Antes no podía bajar en la noche a la cocina por un vaso de agua. Las luces estaban apagadas y sentía voces y susurros en cada esquina, así como miradas.
Desde las últimas muertes ha dejado de ser así. Ahora pienso en todos los fantasmas durmiendo, completos, sin nada más que reclamar.
La casa se siente tranquila y huele a verano.
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