Nimbus

Hoy transplanté mi árbol/arbusto.
Leí un fragmento muy bonito que decía que transplantar es como practicarle una operación a una persona y es mejor hacérsela mientras esté anestesiada. Siguiendo esa línea, comenta que durante el invierno las plantas duermen y en primavera, cuando hace calor, crecen.
Tomé mi nueva maceta de barro (la cual me regalaron pues la iban a tirar). La llené hasta la mitad con tierra, puse una capa de café usado que había deshechado en la mañana, saqué la Sangre Libanesa de la otra maceta en la que la tenía, le colgaba una lombriz, la deposité y cubrí el resto con tierra. Regué con agua.
La dejaré descanzar, espero si se acostumbre. La verdad es que es la primera vez que hago algo como ésto y seguí la recomendación de la persona que me vendió la planta pero tal vez me adelanté (aún está haciendo calor durante las tardes). Quiero mucho a ese arbolito, quiero que viva mucho tiempo.

Ayer me pasó algo muy triste, Enrique y yo fuimos a cenar y vimos a una familia despedirse.
Se daban de esos abrazos que parecen no querer terminarse, de esas veces que no se separan porque quieren quedarse con toda la esencia posible del otro, como al contener un estornudo. Pensé en todas esas veces en que terminaban las vacaciones con la abuela en México y había que decir adiós y mi mamá lloraba mucho y mis tíos tenían los ojos rojos y llovía mucho en la mañana. Recuerdo la última vez que se despidió. Ella y yo lloramos desde Toluca a Guadalajara, todo el día.

Hubo varias veces que pasamos al cementerio antes de partir. Nos despedíamos de nuestros fantasmas. Quiero volver a esos lugares para recordar lo que es la despedida hacia la nada. Hacia el recuerdo de mi mamá.

Terminé de tejer una bufanda azul que estuve haciendo durante el mes. Es muy bonita. Combina con los días nublados y fríos que pronto vendrán.

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